Kamala, por Genaro Lozano

Kamala Harris es la tercera mujer en ser nominada a la vicepresidencia de Estados Unidos por uno de los dos grandes partidos. La primera fue Geraldine Ferraro, en 1984, la segunda Sarah Palin, en 2008, y ahora ella. Es la primera afroamericana en ser nominada oficialmente, aunque antes de ella otras afroamericanas buscaron candidaturas presidenciales como Cynthia McKinney, por el Partido Verde en 2008; Carol Moseley Braun, por el Demócrata en 2004, y Shirley Chisholm, por el Demócrata en 1972. Kamala se suma a estas mujeres y si la tendencia se cumple, será la primera vicepresidenta, la primera mujer a un latido de la Presidencia, pero esto no termina de entusiasmar a muchos jóvenes que piensan al Partido Demócrata en transición.

Kamala tiene 55 años, un historial profesional lleno de éxitos. Representa en muchos sentidos la historia del “sueño americano”. Hija de inmigrantes de Jamaica y la India, ambos con estudios doctorales por Berkeley. Kamala es el estereotipo de la historia de éxito binacional, birracial. En muchos sentidos, su historia se parece a la de Barack Obama, aunque él hizo trabajo comunitario de joven y ella se dedicó a trabajar y a hacer una carrera profesional en cuerpos policiacos y como abogada, impulsando reformas al sistema de justicia penal. Este historial en California es el que la hace difícil de digerir para los sectores más progresistas, jóvenes y de izquierda, quienes no están felices ni viven entusiasmo por la candidatura de Joe Biden y por la selección de Kamala. El sueño de esos jóvenes hubiese sido una fórmula Bernie Sanders-Alexandria Ocasio-Cortez.

Joe Biden no ha logrado entusiasmar a los demócratas, aunque realmente eso no haya importado hasta ahora. De hecho, ni siquiera ha necesitado hacer campaña. Los errores de Trump han hecho que se encuentre en un punto muy bajo de popularidad y que el demócrata lidere todas las encuestas. Biden es un mal orador y tiene en su larga carrera política muchos errores, como apoyar una reforma al sistema de justicia que acabó encarcelando a más afroamericanos en los 90 o el no haberse tomado en serio las acusaciones de abuso y acoso sexual que formuló Anita Hill ante un comité del Senado que él presidía en 1991, pero hoy su campaña va en piloto automático, sin problemas. Por ello, la selección de Harris es una opción segura.

La senadora no le va a traer un voto extra a Biden ni en California, ni en otros estados que son sólidamente demócratas. Tradicionalmente los candidatos presidenciales escogen a su compañero de fórmula pensando en alguien que les aporte votos, que los complemente o contraste. Kamala y Biden tienen algunas diferencias, pero son prácticamente similares en casi todos los temas. Ella demostró autonomía al criticarlo en un debate, pero ya como su compañera de fórmula se moverá hacia donde se mueva su jefe.

El Partido Demócrata de los 90, surgido bajo el liderazgo de los Clinton y su red de apoyos, empezó a resquebrajarse en 2008, con Obama, solo para tener un segundo aire en 2016 con la candidatura de Hillary. Hoy ese partido y sus formas de hacer política, con el pragmatismo y la triangulación, parecen tener en Biden a su último representante y en Harris un engranaje de transición. Los demócratas más convencidos quisieran ver a Sanders, Warren, Ocasio y otras figuras más progresistas tomar el control del partido. Harris podría liderarlo hacia allá desde la vicepresidencia o conformarse con adecuarlo a las voces más moderadas durante el mandato de Biden. Si hace esto, sería un fracaso para los demócratas más jóvenes.

Al escoger a Kamala, Biden apostó por reforzar el establishment. Ella le ayudará con los afroamericanos (los que no la detestan por su mano dura como fiscala) y con las mujeres, pero necesitará dar más voz a quienes quieren un partido más joven, radical y diverso. Hoy las encuestas dicen que la principal fortaleza de Biden es que no es Trump. Una elección puede ganarse así, pero sostener un gobierno 4 años requerirá más. Hoy la presión para impulsar a los demócratas hacia el futuro está en Kamala.

Por Genaro Lozano, Periódico Reforma, 18 de agosto del 2020

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